Desde hace al menos tres décadas en la museología argentina es casi impensable que una exposición de arte con perspectiva histórica no exhiba parte del archivo junto a las piezas artísticas. Un material que tradicionalmente no salía del escritorio del historiador pasó a ser un atractivo en ocasiones más poderoso que las propias obras. A tal punto que existen galerías que coleccionan, exhiben y venden archivos. Porque conserva la palabra, las ideas, cierta versión de los hechos, tal vez desconocida, y una apetitosa sensación de presenciar algo que no fue concebido para ser visto.
Sin dudas, el archivo colabora a construir nuevas narrativas, a completar o al menos agregar perspectivas a la historia. Este es el caso de la exposición Ary Brizzi: arte, diseño y modernidad, donde ofrecemos un archivo inédito que traza una nueva comprensión de la poética y la obra de un maestro muy conocido por sus pinturas y esculturas, ahora develado como activo diseñador entre fines de los años 40 y mediados de los 70. Desde la idea incipiente que se expresa en un boceto hasta el proyecto final, la exposición hace visible los procesos de comunicación gráfica de una época muy destacada de nuestra cultura visual.
Ary Brizzi (1930-2014) fue un joven artista emprendedor. Con solo 20 años, estableció junto a su familia una oficina de diseño que, con la bonanza económica y las nuevas necesidades de la floreciente industria argentina, lo llevaron a trabajar para las empresas más importantes. Modernizar era la consigna de un proyecto nacional en el que lo cultural poseyó un protagonismo inusitado. Las artes visuales, el diseño, la moda y la publicidad fueron prácticas simultáneas para los artistas emergentes de entonces. Su etapa inicial fue con el diseño de stands feriales, de gráfica publicitaria y de interiores. Al egresar de la escuela superior, Ary se embarcó en encontrar su propia imagen. Así nacieron los “ejercicios”, cientos de composiciones geométricas donde la serie fue el método y las leyes de la visión el concepto. Este repertorio “en reserva” se muestra a lo largo de los distintos momentos de la exposición como aplicación de un motivo artístico a la comunicación gráfica. Los nuevos modos de vida que emergían con la prosperidad de aquellos años, vieron nacer una profesión, la de publicista, donde el mundo de la imagen, manejado por creativos y directores de arte y cuentas, combinaban el arte con el glamour de la moda y la competencia por la originalidad.
El archivo Brizzi conserva afiches, logotipos, papelería, folletos, múltiples, catálogos, y campañas para empresas como YPF, FIAT, Ipako o las industrias Kaiser (IKA), además de ministerios, partidos políticos y ferias nacionales e internacionales.
Las ferias son un capítulo aparte que, además, marcaron el sistema expositivo elegido para las salas del museo. Caños ensamblados, andamios como los que en los 60s construyeran monumentales estructuras utilitarias, de rápido montaje, son el dispositivo hoy elegido para mostrar las obras. Una exposición sobre diseño requiere focalizar en su propio diseño para que, a través del espacio, se evidencie la poética del autor.
En 1954 los Brizzi (padre y hermanos), participaron en Mendoza de la Feria de América, un ejemplo de la introducción de la arquitectura del Movimiento Moderno, donde algunos de sus principales protagonistas se dieron cita: César Jannello, como director general, Tomás Maldonado con la marca del evento. Los Brizzi realizaron varios pabellones con los que obtuvieron el Primer Premio de Oro. De Mendoza a Nueva York, en 1959, Brizzi realizó el stand argentino para la Feria Mundial de Comercio. En 1960, en la innovadora exposición del Sesquicentenario de la Revolución de Mayo, el pabellón del ministerio de Agua y energía, estuvo a su cargo. Cruce entre comercio, arte y espectáculo, las ferias en los 60s fueron la oportunidad para sorprender al público con arquitecturas efímeras con los mismos efectos cinéticos y lumínicos de su obra plástica.
Los muebles que Brizzi realizó adhieren al modernismo lecorbusiano. Liberan a los ambientes domésticos y laborales de las ataduras decorativas de los estilos. Diseños estandarizados, modulares, flexibles, mezclando maderas con metal, vidrio y acrílico, aprovechan de las innovaciones tecnológicas en los materiales y la idea de que la forma debe seguir a la función.
Para sus propios catálogos en galerías porteñas como Bonino y Rubbers, Brizzi diseñó múltiples para regalar: pequeñas serigrafías de sus obras o esculturas de papel (popups) que emergían ante los ojos del espectador. Así, todos podían tener un objeto artístico en su casa.
El diseño y la actividad plástica fueron en paralelo para Ary Brizzi hasta mediados de los 70s cuando, luego de participar en la Bienal de San Pablo en 1965 y 1975, el programa internacionalista de los 60s en los Estados Unidos y la aventura venezolana junto a sus colegas geométricos, se dedica exclusivamente a la plástica. Con una extensa carrera a los 46 años gana el Gran Premio Adquisición del Salón Nacional con Traslación 9, una obra emblemática, su imagen futura, seguramente resultado de la experimentación con la luz a la que lo convocó en 1973 el Centro de Investigaciones en Comunicación Masiva, Arte y Tecnología de la Ciudad de Buenos Aires (CICMAT), refugio de la experimentación multidisciplinaria que quedó huérfana con el cierre del Di Tella. Francisco Kröpfl, Gerardo Gandini y Fernando von Reichenbach, Oscar Steimberg y Alicia Páez, Juan Carlos Distéfano, Rubén Fontana y Humberto Rivas, entre otros, se integraron a este nuevo ámbito. Brizzi fue parte del Área de investigación en topología y dinámica de las formas visuales, junto a Miguel Ángel Vidal, Nicolás Jiménez y Carlos Silva. Allí, en la rica colaboración entre colegas trabajó con los fenómenos lumínicos a través de la óptica de fuentes naturales y artificiales en el espacio real y virtual. Pero esto ya es otra historia. Historia que continúa en el libro próximo a salir donde damos cuenta de la obra completa de Ary Brizzi, con el valioso aporte de Marcela Gené en el capítulo de diseño.
Publicado en colaboración entre la familia Brizzi y el Instituto de Estudios en Arte Latinoamericano de Nueva York (ISLAA) es una compilación necesaria para evidenciar la producción de un gran maestro que, hasta el momento, se encontraba fuera del canon de los diseñadores gráficos por el que nuestro país es reconocido internacionalmente. Como señalamos en el prólogo: “las historias del arte latinoamericano están en permanente construcción, y se nutren cada vez más de la aparición de fragmentos antes invisibilizados por el mainstream o las políticas culturales y académicas sesgadas”.
* Historiadora del arte. Curadora de la exposición Ary Brizzi: arte, modernidad y diseño; en el Museo Nacional de Arte Decorativo, Libertador 1902, hasta el 2 de marzo.
@P12