“Éste fue uno de los mejores recitales de nuestras vidas”, afirmó Billie Joe Armstrong, cantante y guitarrista de Green Day, poco antes de despedirse. Si bien seguramente algo de cierto hubo en lo que dijo, porque la pasión sudamericana es capaz de poner a parir a la elocuencia, la realidad es que las más de 30 mil personas que fueron a ver al trío en la noche del miércoles a la cancha de Huracán disfrutaron del mejor show que brindaron en Buenos Aires. Tal vez con la excepción de su debut local, en 1998, porque nada se compara con la emoción que contiene a un primer desembarco. Aunque tampoco hay que olvidarse de su última vez acá, en 2022, cuando en Vélez compartieron programa con Billy Idol en una verdadera bacanal punk. Así que, para organizar el ranking, se puede aseverar que se trató del mejor recital que dieron solos.
A sus 53 años, el frontman no sólo sacó chapa de su condición de líder generacional (de hasta tres progenies), sino que también se le notó sumamente inspirado, lo que se tradujo en su performance. Ya se sabe que es un músico carismático, pero esta vez capitaneó con una habilidad casi sobrenatural el relato del show. Y eso terminó por devolverle al punk su imaginario, al menos durante dos horas. A ver: el repertorio que desenfundaron no fue muy diferente al de su anterior visita, incluso en varios pasajes del orden de los temas. Tan sólo faltaron los covers de “Rock and Roll All Nite”, de Kiss, y “Knowledge”, de Operation Ivy, para que la cosa pareciera un calco. Sin embargo, su actuación fue tan genuina, amén de fresca, que la atención se centró en el minuto a minuto.
Al igual que hace tres años, la banda californiana volvió a la ciudad con nuevo disco: si en aquel momento vino de la mano de Father of All (2020), en esta ocasión el regreso se produjo gracias a Saviors (salió en 2024, a lo que le secundó una edición deluxe publicada el pasado 29 de agosto). El decimocuarto trabajo de estudio del grupo que completan el bajista Mike Dirnt y el baterista Tré Cool es considerado posiblemente su mejor disco desde American Idiot. Y su aparición coincidió con el 20 aniversario de su álbum consagratorio, que, para celebrar la ocasión, fue relanzado con varias rarezas, como demos, lados B y temas en vivo. La simultaneidad fue aprovechada de manera simbólica y fue lo más parecido a decir “Todavía estamos acá y seguimos bastante jodidos”.
La edición “deluxe” de American Idiot incluye una fabulosa versión de “We Are the Champions” (himno de Queen) grabada en 2004, previo a que Green Day se tornara en un grupo de estadios. Pese a la popularidad y los años, Armstrong sigue siendo fan confeso de los ingleses. Por eso no fue casualidad que en la antesala del show porteño sonara “Bohemian Rhapsody”, que el público festejó como si la hubieran tocado en luego apelaron al mash up de “The Beautiful People”, de Marilyn Manson; “La marcha imperial”, de Stars Wars, y “We Will Rock You”, también de Queen. Más que algo anecdótico, fue la manera sugerente que encontró la banda para mostrar su ADN. O parte de éste, porque más tarde siguieron ahondando.
Una vez que salieron a escena, detrás del batero se alzó un inflable de la granada en forma de corazón de color rojo, sostenida por un puño blanco ensangrentado, que ilustra la tapa de American Idiot. Era señal de que arrancarían por ahí y así pasó. Entonces desenvainaron el tema que titula a su séptimo disco de estudio, luego de que el frontman preguntara en español: “¿Están listos?”, a la que le siguió de cerca otra de ese repertorio, “Holiday”. Para “Know Your Enemy”, del álbum 21st Century Breakdown (2009), el cantante y guitarrista eligió a alguien del público para que subiera a cantarla. A la afortunada ni siquiera le dio tiempo de salir de la conmoción, y ya Armstrong le estaba regalando su corbata roja y la técnica le dio un micrófono. Y vaya que la chica estuvo a la altura del convite, sobre todo en el arengue.
Sólo bastó una terna de canciones para poner a saltar al Ducó, porque el pogo ya se había desatado, al tiempo que el mandamás del trío invitaba al descontrol. Pero los locos no eran la banda ni sus seguidores sino los que gobiernan a este mundo. Mientras todo eso sucedía, arriba del tablado los temas eran acompañados por animaciones que versaban sobre la guerra, el poder y la indignación. Pasan los discos, los clásicos y la rebeldía, y la historia se mantiene en un bucle. Es por eso que la música del grupo hoy sigue más vigente que nunca. Para muestra está “Boulevard of Broken Dreams”, con la que bajaron un cambio, aunque la térmica volvió a saltar con la flamante “One Eyed Bastard”, con esa cabalgata que evoca a “The Passenger”, de Iggy Pop.
A propósito de esto último, el retorno de los de Berkley era el primero de los atracos punks de este mes, escoltado por los Sex Pistols. Pero esta semana se supo que el cantante de esta gira, Frank Carter, se fracturó la muñeca, lo que obligó a la reprogramación. No obstante, de todos ellos el de Green Day tenía forma de mini festival, apoyado por los shows de los locales 2 Minutos y los ingleses Bad Nerves (repiten este sábado en El Teatrito), por si alguien vuelve a preguntar por el estado de salud del género. Eso es una cosa y otra cómo se madura con esta música. Con el devenir del tiempo, el repertorio de la banda tiene más sabor a la tradición cancionera estadounidense, lo que evidenciaron el doo wop “Wake Me Up When September Ends”, el celta “Minority” y el country “Haushinka”, la gran sorpresa de la jornada porque no la tocaban desde 1997.
Pero no fue lo único inesperado: el grupo, que actuó como sexteto, estrenó en vivo “Oh, Love” y “Going to Pasalacqua”. En tanto que la cuota minimalista del recital recayó en “Brian Stew”, la veta power pop salió a relucir en “Dilemma”. Y la rockearon hermoso en “St. Jimmy”. Tampoco faltaron los mega éxitos: “Basket Case”, “She” y “When I Come Around”, uno detrás del otro. Y en el medio de todo eso, Armstrong fue capaz de parar un tema para pedirle él mismo al público que cantaran el “Olé, olé”, para luego ir de un lado al otro del escenario. Y lo mechó con esas caras de orate sacado, contrastando con su sonrisa de ensueño. Ni hablar de los dientes apretados de Dirnt, cuando se inspiraba, o de la soltura de Cool, incluso al tocar de pie. Y que los jóvenes rockeros, por más que sean viejos, nunca morirán.
@P12