¿Cuándo y por qué surge en el ser humano la necesidad de darle lugar al espíritu para que se enuncie en su singularidad? ¿Y qué es ese espíritu? Como expresa Paul Válery, bajo ese nombre no entiende en modo alguno “una entidad metafísica” sino simplemente una potencia de transformación. Se suele hablar de artistas singulares refiriéndose a aquellos que habitualmente no son considerados artistas pero que enuncian inesperadamente su singularidad a través de obras expresivas que no pueden dejar de llamarse artísticas. Este es el caso de Alberto Navarro: singular entre los singulares. Lo conocí en todo el proceso que lo llevó a concretar, particularmente en el dibujo, una obra notable. Era el encargado del edificio de Tacuarí 739-63 que había sido propiedad de la Familia Dodero. Como yo vivía allí desde 1987, fui testigo de su desarrollo como artista.
Originario de San Luis, luego de haber vivido en Mendoza, se instaló en Buenos Aires. Nunca había tenido contacto con el mundo del arte hasta que tentado por mi taller y, en especial, el de una vecina y ex-alumna mía, Nidia de la Hoz, había iniciado cursos de pintura y dibujo con ella a comienzos de este siglo. Se concentró en pintar y particularmente en dibujar, enunciando así su mundo muy singular.
Un viaje que emprendió a comienzos de este siglo a la India, lo inició en una búsqueda espiritual que tuvo su respuesta inmediatamente y de la manera más natural. Si bien sus soluciones figurativas demostraban su naturaleza espontánea, la complejidad de su labor lineal eran -y lo son, porque han quedado plasmados en sus dibujos- sorprendentes. Cada uno de ellos nos abre un mundo mágico con una precisión notable.
En un prólogo que escribí para una muestra suya que realizó en el año 2007 en el espacio de La Línea Piensa en el Centro Cultural Borges, señalaba: “Así como se define a la línea como una sucesión de puntos, Navarro, a muchos de sus dibujos los ha ido construyendo punto por punto. Y de este modo controlando el juego entre el vacío y el lleno, con un sorprendente sentido del espacio, sin arriba ni abajo, como si todo levitara, va naciendo de la textura lineal la imagen ante sus propios ojos sorprendidos”. Y finalizaba el texto diciendo: “Contemplando sus obras recuerdo el axioma Yo es otro del que hablaba Rimbaud, aclarando que “si el cobre se despierta clarín no es por su culpa”. Pasa el tiempo y cada vez quedo más sorprendido de la calidad de su obra. Por ello, agradezco esta nueva oportunidad de acercar al público el singular mundo de Alberto Navarro.
* Luis Felipe Noé (1933-2025), dejó escrito este texto de presentación para la exposición de la muestra “Mágico”, de Alberto Navarro (1951-2022), artista secreto al que Noé apoyó y guió, y que trabajó como encargado del edificio donde vivía Noé. La exposición, organizada por la Fundación Luis Felipe Noé, se presenta en el Pabellón de las Artes de la UCA, Alicia Moreau de Justo 1300, y se puede visitar de martes a domingos (y feriados), de 11 a 19hs, hasta el 2 de junio, con entrada libre y gratuita.
La Fundación Noé y el recorrido de Alberto Navarro (1951-2022)
A pocos días de partida de Luis Felipe Noé, la Fundación que lleva su nombre continúa su legado. El miércoles pasado, 23 de abril, quedó inaugurada la muestra “Alberto Navarro: Mágico”, que forma parte del programa Homenajes de la Fundación Luis Felipe Noé, que desde el inicio de sus acciones busca dar visibilidad a artistas de distintas trayectorias.
En este caso, la muestra está dedicada a Alberto Navarro, un artista singular cuya producción ha sido poco difundida. A través de una cuidadosa investigación, la selección de sus piezas más representativas y un estrecho vínculo con su familia, se logró rescatar una valiosa colección de dibujos que revelan su mundo interior, permitiendo que su obra y universo creativo encuentren el reconocimiento que merecen.
Carlos Alberto Navarro nació el 29 de agosto de 1951 en Concarán, provincia de San Luis. Su afinidad con el arte comenzó en su juventud a partir de la escritura de poemas, cuentos y novelas inéditos. A los 30 años se muda a un hospedaje en Buenos Aires, dónde comienza a tomar clases de teatro y da sus primeros pasos en las artes plásticas. Trabajó como encargado de edificios -entre otros, del edificio donde vivía Noé- por más de cuarenta años Una vecina del edificio, Nidya De la Hoz, alumna de Yuyo Noé, descubre su arte y lo impulsa a desarrollar con mayor dedicación su producción en pintura sobre tela y tinta sobre papel. Navarro estableció un lazo especial con Luis Felipe Noé, primero como encargado de su edificio, y luego, en el interés por el arte, al compartir con él sus dibujos.
Navarro conoció países como Uruguay, Paraguay, Brasil, Italia e India, que impregnaron su universo creativo y marcaron su singularidad. Presentó su obra en diversas exposiciones individuales: en 1996 expuso en la “Feria Periférica, Arte de base” en el Centro Cultural Borges. En 2007, presentó su trabajo en la Galería Riva Zucchelli. Ese mismo año, Noé lo invita a realizar una exposición individual en “La Línea Piensa”, titulada “Las revelaciones de Alberto Navarro”. En 2008, también como parte del proyecto La línea piensa, realizó la que sería su última exposición individual registrada, en el Museo Provincial de Bellas Artes “Rosa Galisteo de Rodríguez” de Santa Fe. En el año 2009 participa de la exposición Dibojos, dedicada al dibujo y curada por Luis Felipe Noé y Eduardo Stupía. Alberto Navarro falleció en septiembre de 2022.
La generosidad de Noé al fomentar la creación y exhibición de obras inspira a la Fundación a seguir su ejemplo, brindando visibilidad y apoyo a otros artistas que, aún en las sombras, enriquecen el mundo del arte. En el caso de Navarro, Noé no solo alentó su talento, sino que también fue su guía, reconociendo el valor de su obra y acompañándolo en su camino artístico. Su apoyo resultó fundamental para que Navarro pudiera dar a conocer su universo fuera de lo común, abierto a lo desconocido y a lo transcultural.
@P12