Una urbe de telgopor, donde hay edificios, estadio, templo, una autopista quebrada, piletones, casas, cañerías detonadas. La ciudad que construyó Andrés Waissman sobre el piso de la galería puede ser el escenario dramático de historias, ficciones y liturgias que tanto el autor como los visitantes pueden imaginar, desde su fundación, pasando por el proceso de veloz degradación, hasta llegar a su actual estado de destrucción. Una polis que remite etimológica e inevitablemente a lo político, a un estado del país y del mundo. En este sentido el teórico Carl Schmitt (pensador alemán que representó intereses ominosos, pero cuyas teorizaciones han merecido la atención de filósofos irreprochables como Giorgio Agamben o Andrea Cavalletti) escribió que “no existen ideas políticas sin un espacio al cual sean referibles, ni espacios o principios espaciales a los que no correspondan ideas políticas”.
–¿Cómo surgió esta obra?
-Cuando nos vimos la última vez en mi taller, yo estaba trabajando en el tema de las multitudes, y el telgopor que había era para hacer estructuras para los cuadros. Aunque en el resultado final el telgopor no era visible. Al poco tiempo me entusiasmé con la recolección de este material, casi como un juego y me puse a trabajar.
–Lo primero que aparece es la ciudad degradada, donde conviven el edificio y la caverna.
-Dentro del tema de las ciudades degradadas y de las multitudes en las que vengo trabajando, saqué las multitudes y dejé los edificios, las construcciones, las casas, hechos de telgopor, que es un material no biodegradable. Esta obra sale de la erosión, la demolición, la destrucción, y no solamente en nuestro país, sino en el mundo.
–A lo largo de la instalación se pueden ver objetos agregados o incrustados.
-Una vez armada la ciudad, empecé a juntar pequeños objetos para agregarle. Entre muchos otros, unas miniaturas de copitas o cálices que son trofeos de juguete y fragmentos de vitraux. Así fui armando en mi taller una ciudad a escala con el tema de fondo que hay en muchas de mi obras: el derrumbe, en todos los sentidos, en una sociedad partida al medio.
–Hay una maqueta de lo que podría ser el edificio al que llaman “el rulero”.
-Esos cilindros son protecciones de telgopor de la base y la tapa de termotanques. Los vio mi hijo, cerca del Tigre, y me dijo: “te conseguí algo que te va a gustar”. Y así fueron apareciendo edificios, piletones, estadios. Y algún vitraux, cálices… porque pienso que la religión forma parte de este deterioro.
–¿Y el material quemado?
-Usé pistolas de calor y pequeños sopletes de llama tan fina como una aguja. Entonces con eso produje las quemaduras, que se combinan con las transparencias, los agujeros, las ventanas. Y así fueron surgiendo los detalles de la ciudad, que a su vez ofrece distintas vistas y perspectivas.
–También hay una autopista quebrada.
-Está todo eso y al mismo tiempo se pueden imaginar otras cosas. El conjunto está hecho de piezas individuales, pensadas en función de una gran construcción, de una instalación, que mientras la hacía la disfrutaba como si estuviera esculpiendo en mármol. Pienso que está todo destinado al derrumbe.
–El gran telón de fondo aporta teatralidad.
-El telón es de un material de muy baja calidad, que se podría usar para cubrir un auto, pero es lo que elegí para realizar la pintura y ponerle backlight, con la idea de que fuera traslúcido, para poder pensarlo como instancia metafísica.
–¿Cuál fue hasta ahora la respuesta de quienes ven la obra?
-Los que vienen del medio del arte, la literatura, la cultura en general, me hacen comentarios en la misma dirección en la que estamos hablando. Yo intento no ser obvio, pero hay también muchos que se sienten atraídos sin dar un paso más hacia alguna posible interpretación. Mucha gente está ciega y de algún modo es coherente con el actual estado de cosas. Si no, nunca hubiéramos llegado hasta acá.
En la presentación de la muestra, Juan Laxagueborde escribe: “…se puede representar a la ciudad, maquetarla, estilizarla o reducirla a la fragilidad de una estructura, metaforizar su perfil con telgopor y hacerle decir que su espíritu fundamental está muerto, que su humanismo ya no es, que una catástrofe la dejó sin expresión, que la voluntad del arte sólo puede imaginarla callada. Los telones y los frisos están por todos lados, el cielo cumple el papel de ambos y ambos cumplen el papel del cielo. El habitante ideal de la ciudad, de las maquetas, de la rampa mental que la imagina y de la realidad que la condiciona es el topofílico, maníaco y tenaz personaje de la realidad exagerada, que la habita como estudiándola. Es ahí donde se parecen la cuadrícula de sus calles y el arte de ablandarlas hasta encontrar una forma que se acerque a una punta de lo que solapan adrede”. Y más adelante el prologuista se pregunta: “ ¿Qué hay afuera de acá?. Cada quien puede imaginar qué significa acá: el cosmos, Latinoamérica, las cinco esquinas, Escobar, Argentina, Occidente, Palermo (barrio porteño o ciudad italiana), el planeta Tierra, la provincia de Buenos Aires…”
* En la galería Gachi Prieto, Uriarte 1373, de lunes a viernes, de 14 a 19 y los sábados, de 15 a 19; hasta el 6 de septiembre, con entrada libre y gratuita.
@P12