El samovar, símbolo de la tradición del té en Rusia.

El samovar, símbolo de la tradición del té en Rusia.

El Samovar, un muy particular dispositivo para calentar agua para el té, evolucionó desde sus orígenes en el siglo XVIII hasta convertirse en una pieza de arte y status, con diseños elaborados por maestros como Carl Fabergé. Desde modelos monumentales hasta diminutas miniaturas, este icónico objeto ha sido testigo de la historia y la cultura rusa, manteniendo su lugar en la vida cotidiana y en las colecciones museísticas.

“Un recipiente de agua caliente para el té, en su mayor parte hecho de cobre, con una tubería y un brasero en el interior”. Así describía Vladímir Dal el propósito del samovar, un elemento clave en la tradición del té.

Los verdaderos conocedores aseguran que solo con este icónico recipiente se puede preparar una infusión genuina. No solo permite obtener un agua más suave y sabrosa que la de una tetera convencional, sino que también se considera más saludable. Además, hierve más rápido, conserva mejor el calor y su diseño garantiza una mayor pureza del líquido: el pico del samovar se sitúa por encima del nivel donde se acumulan sedimentos y agua pesada, evitando que estas impurezas lleguen a la taza.  Un equilibrio perfecto entre tradición, comodidad y calidad.

Foto principal: samovar en el fondo de una ciudad rusa nevada. foto: N. Vinokúrov / banco de fotos Lori

Un dato curioso: el antecesor del samovar fue el sbítennik, un recipiente utilizado para preparar sbíten, una bebida caliente a base de miel y hierbas medicinales. Originario del siglo XVIII, algunos ejemplares de estos antiguos recipientes han sobrevivido hasta nuestros días.

En Rusia, el té del samovar era una costumbre arraigada, especialmente entre las familias de mercaderes, que solían dedicar varias horas al día a esta tradición. Reunidos en torno al samovar, cada miembro de la familia bebía entre cinco y seis tazas de esta aromática infusión, convirtiendo el momento del té en un ritual de convivencia y disfrute.

El té caliente se servía en tazas y, en muchas ocasiones, se vertía en platillos para ser bebido ruidosamente, acompañado de azúcar, priánik (un tipo de pan dulce ruso) o roscas.

Sin embargo, a diferencia de lo que muchos creen, el samovar no es una invención rusa. La primera “máquina de té”, como se la llamaba en Europa, llegó a Rusia desde Holanda gracias a Pedro I, conocido por su afición a introducir innovaciones extranjeras. Con el tiempo, se desarrolló una versión adaptada en Rusia, aunque el nombre samovar se popularizó más tarde.

El primer samovar ruso, fabricado en cobre, apareció en los Urales. Sin embargo, fue en 1778 cuando el armero Fiódor Lisitsyn fundó en Tula la primera fábrica especializada en su producción, marcando el inicio de una tradición que se extendería por todo el país.

Los samovares creados por la dinastía Lisitsyn destacaban por su diversidad de formas y diseños: desde modelos en forma de barril o jarrón con grabados hasta piezas más elaboradas, como los de silueta ovalada con grifos en forma de delfines o asas ornamentales. Cada modelo tenía un nombre propio, como “huevo”, “pelota”, “copita”, “jarrón” o “nabo”.

La creciente demanda de este artículo, convertido en un símbolo de la vida cotidiana, impulsó su producción en varias ciudades rusas, donde inicialmente recibió nombres distintos: en Kursk lo llamaban samoquipets (“que se hierve”), en Yaroslavl samogar (“que arde”) y en Viatka samogrey (“que calienta”). El negocio resultó tan rentable que muchos artesanos transformaron sus pequeños talleres en fábricas.

Con el tiempo, el samovar se consolidó como el centro de la tradicional hora del té en Rusia. Los modelos de cobre fueron reemplazados por versiones de aleación de zinc, mientras que las familias más acomodadas comenzaron a adquirir piezas de lujo fabricadas en plata o níquel.

Los samovares no solo eran un elemento esencial en los hogares rusos, sino que también se producían por encargo de los emperadores. Un ejemplo destacado es el lujoso samovar de Pablo I, decorado con oro, marfil, esmalte y gemas, que hoy se conserva en la Cámara de la Armería del Kremlin.

Para encender un samovar, se utilizaban leña y astillas de madera. Sin embargo, el combustible más apreciado siempre fueron las piñas, que ardían rápidamente y otorgaban al té un delicado aroma a pino, realzando su sabor.

Un dato curioso: en el siglo XVIII, en Rusia se fabricaban samovares-cocinas, una versión multifuncional de este icónico utensilio. Su interior estaba dividido en tres compartimentos: dos de ellos se usaban para cocinar alimentos, mientras que el tercero servía para hervir agua para el té.

Este ingenioso diseño hacía del samovar una herramienta indispensable para la preparación de comidas en el campo, combinando practicidad y tradición en una sola pieza.

En el siglo XIX, destacados artistas no solo decoraban los samovares, sino que también participaban en su diseño, elevándolos a la categoría de verdaderas obras de arte.

Los modelos más valiosos son, sin duda, los dorados o de plata, elaborados en los talleres de Carl Fabergé a principios del siglo XX. Sus creadores empleaban técnicas innovadoras como acuñado, perforado, fundición y tallado, dotando a cada pieza de un estilo único.

Hoy en día, el Museo de los Samovares de Tula exhibe ejemplos sorprendentes de este icónico objeto, fabricados con materiales tan inusuales como mimbre, corteza de abedul, arcilla, madera, porcelana, vidrio e incluso azúcar. Además, alberga algunos de los modelos históricos más emblemáticos de estas sofisticadas máquinas de té.

Un dato curioso: el samovar más grande de Rusia fue creado en 1922 en una de las manufacturas de Tula como un regalo para Mijaíl Kalinin, presidente del Comité Ejecutivo Central Panruso. Esta monumental pieza pesa más de 100 kilogramos y tiene una capacidad de aproximadamente 250 litros de agua. Aunque tardaba unos 40 minutos en hervir, el líquido se mantenía caliente durante varios días.

En el otro extremo, el samovar más pequeño mide apenas 1,2 milímetros. Según una broma popular, habría sido obra del mítico Zurdo para la diminuta pulga de la novela de Nikolái Leskov. Fabricado en oro, consta de 12 partes principales. Hasta su aparición, el récord lo ostentaba un samovar en miniatura de un centímetro de altura, con un peso de 16 gramos y capacidad para hervir solo cuatro gotas de agua.


Asesoría y Corrección: Bricslat (Argentina)

Fuentes:

  1. https://www.culture.ru/materials/76834/vodogreinaya-mashina-ili-simvol-russkogo-byta
  2. https://www.culture.ru/storage/images/92acd2d3-52cc-5aa1-ade5-620740504c5c/c_fill,g_center/1.jpg
  3. https://cdn.culture.ru/images/d5e1bdb9-f8fc-5d49-9ef0-ea1cc34efc99
  4. https://cdn.culture.ru/images/db367c9d-7349-5465-a7d8-7bb1ffd843bc
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