Embajador de Rusia en Argentina Dmitry Feoktistov fue entrevistado en vísperas del Día del Diplomático.

Embajador de Rusia en Argentina Dmitry Feoktistov fue entrevistado en vísperas del Día del Diplomático.

¿Puede contar a nuestros lectores de dónde es Usted y en que instituciones educativas estudió? ¿Por qué ha decidido Usted elegir la carrera diplomática?

Nací en Moscú, mi infancia pasó en el distrito moscovita Zamoskvorechye. Estudiaba en la escuela №74 especializada en el idioma inglés, que estaba cerca de la estación del subte Paveletskaya en el callejón Quinto Monetchikovsky. Los profesores allí eran maravillosos y muy profesionales. Recuerdo que en la escuela secundaria gané la Olimpiada de Moscú en inglés. No obstante, yo soñaba con dedicarse al periodismo y no pensaba en la diplomacia.

Estudié un año en la Escuela de Jóvenes Periodistas de la Universidad Estatal de Moscú. Recuerdo cómo nos entrenaron nuestros profesores, estudiantes de periodismo. Por ejemplo, nombraban inmediatamente la primera palabra que les vino a la mente (“batería” o “metamorfosis”) y nos daban entre 15 y 20 minutos para escribir un ensayo creativo sobre el tema.

Posteriormente, teniendo en cuenta mi predisposición a idiomas extranjeros, me aconsejaron que mirara a la Universidad MGIMO, más aún porque la misma tenía la facultad de Periodismo Internacional. Pensé que podría ser una fusión interesante entre relaciones internacionales y periodismo, así que finalmente salió. Posteriormente me ocupé de este tema mucho tiempo: escribí mi tesis doctoral sobre los medios de comunicación de los Estados Unidos y Canadá, mientras daba clases en el MGIMO. Además, mi primer lugar de trabajo en el Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia fue el Departamento de Información y Prensa. Hasta el momento tengo recuerdos cordiales sobre mi jefe y mentor de aquellos tiempos Grigori Karasin, quien fue el entonces director de este Departamento. Posteriormente, le designaron al cargo de Embajador de Rusia en el Reino Unido, luego – de Viceministro de Asuntos Exteriores y ahora ejerce como Presidente del Comité de Asuntos Internacionales del Consejo de la Federación. Durante mi primera comisión de servicio yo formé parte del grupo de prensa de la Misión Permanente de Rusia ante la ONU en Nueva York. El entonces Representante Permanente fue Sergéi Lavrov, de quien todos aprendimos el gran arte de ser diplomático.

A su punto de vista, ¿qué cualidades básicas debe tener un diplomático? ¿Por qué?

La cualidad principal de cualquier diplomático es la erudición. Debes saber mucho, estar seguro de que tienes razón y entender claramente el punto de vista que defiendes. En caso contrario es difícil dialogar con los oponentes, convenciéndoles de la validez de sus argumentos. Otro rasgo necesario es la capacidad de negociar. Cualesquier negociaciones a menudo comienzan con las demandas recíprocas, y lo principal es llegar a un compromiso que no sea una derrota y sea aceptable para ambas partes. Sin un diapasón interno adecuado, es problemático lograr éxito.

Sabemos que Usted ha trabajado mucho tiempo en la Misión Permanente de Rusia ante la ONU en Nueva York. ¿Qué principales dificultades ha enfrentado Usted en el trabajo? ¿Cómo los ha superado?

La sede de la ONU en Nueva York es un gran “hormiguero” diplomático. Los principales problemas internacionales, de los cuales depende literalmente el futuro de la humanidad, se abordan casi sin parar. Muchas reuniones en la ONU tienen lugar tanto por la mañana como por la tarde. Sucede que diplomáticos en el transcurso de un día tienen que realizar varias actividades: participar en negociaciones, intervenir, acordar borradores de documentos. La principal dificultad es la constante presión del tiempo. Pero se puede acostumbrarse a todo. Lo principal es que sea interesante.

Desde 2018 Usted ejerce las funciones del Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la Federación de Rusia en la República Argentina. ¿Le gusta trabajar en este país? ¿Cuáles son sus características culturales y políticas?

Argentina posee gran territorio y población, tiene un considerable peso político, un importante potencial industrial y tecnológico, es miembro del G20. Al mismo tiempo, ahora el país atraviesa un período difícil debido a una prolongada crisis financiera y económica. La situación en la sociedad se describe bien con el término “grieta”. Estos problemas se reflejan literalmente en todo, incluida la política exterior. No es fácil trabajar aquí, pero es necesario encontrar un lenguaje común con todos los partidos y movimientos políticos, los círculos empresariales y figuras públicas.

Rusia y Argentina están unidos por una larga historia de las relaciones diplomáticas, y nuestros pueblos – por los lazos de amistad y simpatía mutua. Al mismo tiempo, los argentinos y los rusos somos muy diferentes, por lo que encontrar unos puntos en común es aún más importante.

A su punto de vista, ¿qué es lo más difícil en el trabajo de un Embajador?

El trabajo de un Embajador en cualquier país es una gran responsabilidad, dado que del mismo depende minuciosidad y objetividad de la información sobre la situación en el país que una Misión transmite al Ministerio de Asuntos Exteriores. La capacidad de proporcionar un análisis integral de la situación política y económica y otros procesos puede desempeñar un papel decisivo en la construcción de relaciones bilaterales.

¿Cuál es su principal victoria diplomática? ¿Por qué?

Preferiría contestar a esta pregunta al jubilarme. Espero que las principales victorias diplomáticas aún estén por venir.

¿Cómo descansa Usted? ¿Tiene un hobby? ¿Comparte el amor argentino por el fútbol y el mate?

Mis dos hijos nacieron en Argentina. Trato de dedicar casi todo mi tiempo libre a ellos. Por supuesto, no me olvido de mantenerme en forma, pero no tengo bastante tiempo para ver el fútbol. No comparto el amor por el mate, pero aprecio el famoso Malbec argentino. El té verde chino de hoja grande, según mi opinión, sale victorioso en la “batalla” con mate.

¿Le gusta leer? ¿Cuáles tres libros debería leer definitivamente cada niño?

He traído a Buenos Aires dos cajas con libros que pesaban casi 50 kilos. Sin embargo, mi apretada agenda de trabajo no me permitió abrirlas. Me vió obligado a devolverlas cerradas a Moscú.

En tiempos de cultura de masas, dispositivos electrónicos y redes sociales, algunos pueden pensar que leer tres libros es suficiente. Tengo dudas de que esta cantidad de los mismos, incluso escritos por unos autores más talentosos, puedan enseñar algo. Es necesario “absorber” al menos 300, o, mejor, 3000 obras. Por cierto, en mi adolescencia decidí hacerme una prueba: dejé la televisión para un año y leí unas mejoras obras de la literatura nacional y mundial fuera del plan de estudios de la escuela. Desde entonces, he aprendido firmemente que un buen libro captura más profundamente que cualquier película o serie de acción. Se quiere a tenerlo a mano, releerlo y pasarlo a hijos cuando sean mayores. Cuando regrese a Moscú, empezaré a leer de nuevo.

Muchos alumnos de la Escuela de la Embajada sueñan con ingresar al MGIMO y vincular sus vidas con la diplomacia. ¿Qué les aconsejaría?

El consejo principal es pensar bien si la diplomacia puede ser tu vocación. Vivimos en una era de estereotipos que a menudo distorsionan la realidad. Alguien cree que nuestro trabajo es solo una serie de recepciones y “salpicaduras de champán”. En realidad, esto no es así en absoluto, especialmente en la situación geopolítica actual, cuando proteger los intereses de su país en el extranjero no es un brillo glamoroso, sino un trabajo diario difícil.

Cuando ingresé al MGIMO en 1985, en nuestro curso hubo unas personas que aprobaron los exámenes de ingreso solo en el segundo o tercero intento. Su deseo era tan fuerte que lo intentaron una y otra vez. Es importante no rendirse nunca, ni en la vida, ni en el trabajo, ni en el campo de batalla. La inflexibilidad y, en el buen sentido, la tenacidad son partes del carácter ruso. Hace falta recordarlo y desde infancia prepararse para cualquier prueba, “templándose como acero”.

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