En la Rusia de hace unos siglos, las mujeres estaban bajo un estricto control patriarcal, sin poder salir de casa o interactuar con personas ajenas a su familia sin el permiso de su padre o marido. Esta subordinación extrema empezó a cambiar durante el reinado de Pedro el Grande, quien introdujo las primeras leyes destinadas a mejorar la situación de las mujeres. Sin embargo, estos cambios, aunque pioneros, no lograron equilibrar los derechos entre hombres y mujeres.
La lucha por la igualdad, por el acceso a la educación, el derecho a trabajar y a tomar decisiones sobre sus propias vidas, se extendió durante casi dos siglos más. En este artículo, detallaremos los hitos clave en la lucha de las mujeres rusas por sus derechos, explorando cuándo se les permitió acceder a la educación superior, el impacto de su participación en movimientos revolucionarios y cómo su historia sigue inspirando la conmemoración del Día de la Mujer en Rusia.
“Atender con amor y temor”: los derechos de la mujer en la Rusia zarista
En la Rusia de los siglos IX al XII, las mujeres de origen noble gozaban de una sorprendente libertad y de un estatus elevado en comparación con las épocas posteriores. Estas mujeres no solo tenían un papel destacado en la vida social, sino que también desempeñaban funciones políticas y diplomáticas. Gobernaban principados, actuaban como embajadoras y servían como consejeras influyentes de sus maridos, que solían ocupar altos cargos.

En la sociedad campesina rusa, la vida de una mujer estaba completamente supeditada a la autoridad masculina. Antes de casarse, debía obedecer ciegamente a su padre y a sus hermanos mayores. Tras el matrimonio, su identidad quedaba absorbida por la familia de su esposo, y su nueva existencia giraba en torno a las demandas de su marido y sus suegros. La autonomía individual no existía para las mujeres campesinas, cuya vida estaba estrictamente definida por las normas patriarcales. La misión principal de una mujer se resumía en dar a luz y criar hijos. Las virtudes femeninas se centraban en la humildad, la obediencia, la paciencia y la piedad.

A partir del siglo XIII, con la consolidación del Estado ruso bajo el nombre de Gran Principado de Moscú, las normas patriarcales se endurecieron aún más, restringiendo drásticamente la vida de las mujeres. Por ejemplo, estaba prohibido que salieran a la calle sin el permiso de su padre o esposo. En muchos casos, el único lugar al que podían ir era la iglesia, y esa salida se limitaba a los domingos. Incluso actividades básicas como hacer compras o reunirse con otras mujeres requerían la autorización masculina. Sin embargo, a pesar de estar confinadas en sus hogares, las mujeres rusas de la época no se limitaban a ser amas de casa pasivas. Dentro del hogar, ejercían un poder significativo: eran las encargadas de supervisar a los sirvientes, gestionar la cocina, cuidar el huerto y asegurarse de que las despensas estuvieran bien provistas. Además, tenían la responsabilidad fundamental de criar y cuidar a los hijos, lo que subrayaba su papel central en la vida familiar y su influencia en el ámbito doméstico, a pesar de las severas limitaciones externas.

Esas normas patriarcales quedaron sistematizadas en el siglo XVI en un manual conocido como el Domostrói, una especie de código de conductas y recomendaciones éticas y domésticas para todo buen cristiano en la sociedad rusa. Este libro no solo delineaba las responsabilidades de cada miembro de la familia, sino que también legitimaba la autoridad absoluta del marido sobre su esposa, incluyendo el derecho a golpearla por cualquier falta. En aquella época, se creía que los castigos físicos purificaban a las mujeres del pecado y fortalecían su alma, una visión que quedó reflejada en el famoso proverbio ruso: “Quien pega, ama”.
Durante el reinado de Pedro el Grande, se introdujeron importantes reformas que buscaban transformar la vida social y doméstica en Rusia. Una de sus medidas más notables fue la prohibición de mantener a las mujeres en reclusión doméstica, obligando a los hombres a llevar a sus esposas e hijas a eventos sociales, como las famosas asambleas de la corte. Estas reuniones de entretenimiento y sociabilidad eran una novedad en la Rusia de la época y marcaban un paso hacia la integración de las mujeres en la vida pública. En paralelo, se aprobaron las primeras leyes que reconocían ciertos derechos a las mujeres, como la posibilidad de heredar propiedades y trabajar como institutrices, un avance significativo para su autonomía económica. No obstante, la educación seguía siendo un privilegio reservado a las clases altas.El impulso a la educación femenina se intensificó bajo el reinado de Catalina la Grande, quien gobernó entre 1762 y 1796. Durante su mandato, se fundaron los primeros colegios destinados a las niñas de familias pobres, ampliando el acceso a la educación más allá de la nobleza.
En 1812, en plena época napoleónica, surgió en Rusia la primera organización social femenina, llamada “Sociedad Patriótica de las Mujeres”. La principal labor de esta sociedad era asistir a los más necesitados, con un enfoque especial en los niños de la calle, brindándoles refugio, comida y educación básica.
Reformas del siglo XIX: cursos superiores para mujeres y nuevas oportunidades profesionales
Para mediados del siglo XIX, la cuestión de los derechos de las mujeres en Rusia adquirió una relevancia creciente. Mujeres, especialmente aquellas de familias nobles o de comerciantes, comenzaron a exigir la igualdad en el acceso a la educación superior, una demanda que reflejaba los cambios sociales y las aspiraciones emergentes de las mujeres rusas. Sin embargo, en esa época, las universidades del país seguían siendo un espacio exclusivo para los hombres. Las mujeres no solo se veían privadas del derecho a cursar estudios superiores en su propio país, sino que tampoco podían hacerlo en el extranjero, ya que no les era permitido salir de Rusia sin el permiso de su padre o esposo. Esto se debía a que las mujeres no poseían pasaporte propio; sus nombres figuraban en los documentos oficiales de sus familiares varones.Frente a estas limitaciones, algunas mujeres encontraron maneras ingeniosas para sortear las restricciones. Un método particularmente audaz fue recurrir a matrimonios ficticios para obtener la independencia legal que les permitiera viajar al extranjero y continuar con su formación. Este fue el caso de figuras destacadas como la escritora y filósofa Helena Blavatsky (conocida en Rusia como Blavátskaya) y la renombrada matemática Sofia Kovalévskaya, quien se convirtió en la primera profesora de matemáticas del mundo.

En 1863, las mujeres rusas finalmente lograron acceso a la educación universitaria, aunque con limitaciones significativas. A pesar de este avance, no se les reconocieron plenamente los derechos de estudiantes y su acceso quedó restringido a los llamados “cursos superiores para mujeres”, una alternativa limitada a la formación universitaria tradicional. No fue hasta 1869 cuando se establecieron los primeros cursos superiores para mujeres en San Petersburgo y Moscú, donde la educación ofrecida era equivalente a la de las universidades.

La demanda de poder trabajar y recibir un salario digno fue otra reivindicación crucial para las mujeres en la Rusia del siglo XIX. Sin embargo, las opciones laborales para ellas eran muy limitadas y dependían en gran medida de su clase social. Para las mujeres de la nobleza, la mayoría de las profesiones se consideraban inapropiadas o indecorosas. Aquellas que necesitaban trabajar podían hacerlo únicamente como institutrices o maestras rurales, mientras que algunas se ocupaban en tiendas o aceptaban encargos de costura. En ocasiones, también realizaban trabajos como copiar notas, editar o traducir textos, pero solían hacerlo en secreto y rara vez publicaban bajo su propio nombre para evitar el estigma social.Las mujeres de clases más bajas enfrentaban condiciones aún más duras. En su mayoría, trabajaban en el campo sin recibir pago o por salarios ínfimos. Quienes se trasladaban a las ciudades solían emplearse en tareas domésticas como lavaplatos, cocineras o sirvientas, trabajos extenuantes y mal remunerados.

A partir de la década de 1860, las mujeres rusas comenzaron a expandir sus horizontes laborales, accediendo a nuevas oportunidades en sectores que antes les estaban vedados. Comenzaron a trabajar en librerías, bibliotecas e imprentas, abriendo camino en áreas vinculadas al mundo editorial. En 1863, se formó el primer departamento editorial compuesto exclusivamente por mujeres. Este impulso no se detuvo allí: posteriormente se estableció un taller de encuadernación, y con el tiempo, las empresas dirigidas por mujeres asumieron la producción de uniformes para el ejército. En 1872, las mujeres rusas lograron otro avance significativo al obtener acceso a la educación médica. En San Petersburgo, se inauguraron los primeros cursos superiores de medicina dirigidos específicamente a mujeres, permitiéndoles formarse como doctoras y abrirse paso en un campo profesional que hasta entonces había sido dominado exclusivamente por hombres.
A pesar de los avances en la educación y el trabajo durante el siglo XIX, las mujeres rusas seguían enfrentando importantes limitaciones. Para finales de ese siglo, aún carecían del derecho al voto, permanecían bajo la autoridad de sus padres antes del matrimonio y, una vez casadas, pasaban a estar completamente sujetas a la voluntad de sus maridos. Además, recibían salarios inferiores a los de los hombres, incluso cuando realizaban trabajos similares.La situación comenzó a cambiar con la Revolución de 1905, que marcó una nueva etapa en la lucha por los derechos de las mujeres en Rusia. Durante este periodo de agitación política y social, las mujeres se unieron para exigir la igualdad de derechos con los hombres, independientemente de su clase social. Sus demandas incluían el acceso universal a la educación, la posibilidad de ocupar cargos públicos y políticos, y una legislación que garantizara la igualdad de género en todas las esferas de la vida.
“¡Depongan las armas y únanse a nosotras!: las mujeres en la Revolución de Febrero”
En enero de 1917, en Petrogrado (nombre de San Petersburgo en ese momento), las esposas de los soldados y trabajadoras de fábricas salieron a las calles, indignadas por los bajos salarios y la falta de alimentos. La situación era tan desesperada que la gente hacía largas colas para conseguir un simple trozo de pan.

Un mes después, los hombres de la fábrica de Putílov (una de las principales fundiciones de hierro) se sumaron a las manifestaciones. El 8 de marzo (23 de febrero según el calendario juliano), las trabajadoras del depósito de tranvías de la isla Vasílievski (una de las mayores islas de San Petersburgo) también se declararon en huelga. Ese día, alrededor de 128,000 personas participaron en las protestas. Los manifestantes recorrieron la Avenida Nevski, la principal calle de la ciudad, gritando lemas como “¡Abajo la guerra!”, “¡Abajo la autocracia!” y “¡Pan para el pueblo!”. Las mujeres también continuaron exigiendo el derecho al voto.

La situación seguía empeorando, y las autoridades de la ciudad desplegaron policías, cosacos y soldados para controlar las protestas. En su libro La historia de la Revolución Rusa, el revolucionario León Trotski relató cómo las mujeres manifestantes enfrentaron a los soldados con una valentía inusitada: “Fueron hacia los cordones de los soldados con más audacia que los hombres, agarraron los fusiles y pidieron, casi ordenaron: “Suelten sus armas y únanse a nosotras”.

Cuatro días después de la manifestación, el emperador Nicolás II, el último zar de Rusia (quien gobernó entre 1894 y 1917), firmó un decreto que otorgaba el derecho al voto a todas las mujeres mayores de 21 años. Con esto, Rusia se convirtió en la primera gran potencia en implementar el sufragio femenino masivo. En comparación, en el Reino Unido de la época, solo las mujeres mayores de 30 años —esposas de jefes de familia o estudiantes universitarias— tenían derecho a votar.

Pero, a pesar de este decreto, las protestas no se detuvieron. Las manifestaciones espontáneas escalaron hasta convertirse en la Revolución de Febrero de 1917, que finalmente llevó a la abolición de la monarquía rusa.

El 8 de marzo: la historia de la fiesta
En 1921, bajo la nueva autoridad, se celebró en Moscú la II Conferencia de Mujeres Comunistas. En esta conferencia, se decidió conservar la memoria del papel crucial de las mujeres en la Revolución de Febrero y establecer el 8 de marzo como la fecha oficial del Día Internacional de la Mujer.

Esta festividad se convirtió en una celebración oficial en todas las repúblicas de la URSS, donde el 8 de marzo se conmemoraba honrando a las trabajadoras por sus logros laborales. Tradicionalmente, la dirigencia del partido anunciaba en esta fecha nuevas medidas de apoyo social para las mujeres.

Hasta 1965, el 8 de marzo era un día laborable. Fue Nikita Jrushchov, dirigente de la Unión Soviética entre 1953 y 1964, quien proclamó este día como festivo. A partir de entonces, el Día Internacional de la Mujer comenzó a alejarse gradualmente de su contexto político original.

En lugar de celebrar a las mujeres como trabajadoras y heroínas del comunismo, se empezó a enfocar en su rol como esposas, madres y hermanas. Esta transformación también se reflejó en los atributos de la festividad: las tarjetas se decoraban con flores primaverales en lugar de símbolos y consignas comunistas, y surgió la tradición de regalar presentes a las mujeres.

El Día Internacional de la Mujer se mantuvo como festivo en todas las repúblicas de la antigua URSS, con excepción de Estonia, Letonia y Lituania. Además, su celebración se extendió a varios países alrededor del mundo, como Angola, Corea del Norte, Mongolia y Nepal. En China, es común que se permita a las mujeres salir del trabajo antes de lo habitual en esta fecha.




Asesoría y Corrección: Bricslat (Argentina)
Fuentes:
- https://www.culture.ru/materials/257616/istoriya-zhenskikh-prav-v-rossii-ot-domostroya-do-nashikh-dnei
- https://cdn.culture.ru/images/8dd1b770-5cdd-5b6e-834d-6d9364d8e2a5/w_1020,c_fill,g_center/1-min-jpg
- https://cdn.culture.ru/images/23a112a9-ffa7-546a-a70c-c371b85e3ca6/w_1020,c_fill,g_center/2-min-jpg
- https://cdn.culture.ru/images/e0e46894-67ca-5bb8-aada-268a36ca731b/w_1020,c_fill,g_center/3-min-jpg
- https://cdn.culture.ru/images/f4490ee8-c645-5580-a30d-7c83a7a6b004/w_1020,c_fill,g_center/4-min-jpg
- https://cdn.culture.ru/images/cb067a40-73ca-5f30-a93f-564d9779bafd/w_1020,c_fill,g_center/5-min-jpg
- https://cdn.culture.ru/images/fb0dd44f-97ea-5170-ade6-8030a029c1f9/w_1020,c_fill,g_center/6-min-jpg
- https://cdn.culture.ru/images/5836d95b-2e97-5932-905c-e0ec196e7578/w_1020,c_fill,g_center/12-min-jpg
- https://cdn.culture.ru/images/fff2e2c0-ee97-5aa3-9e94-672f39ca3c3d/w_1020,c_fill,g_center/11-min-jpg
- https://cdn.culture.ru/images/231eca07-9b2f-53f2-b527-8ae29e03926b/w_1020,c_fill,g_center/10-min-jpg
- https://clck.ru/3B5F7y
- https://clck.ru/3B5F6s
- https://youtu.be/tBMfrQZ8mCQ?si=P-hEsmb-zKKPUG6U
- https://cdn.culture.ru/images/16789e3b-f115-580a-a9b7-d2bea396409d/w_1020,c_fill,g_center/13-min-jpg
- https://clck.ru/3B5F4m
- https://clck.ru/3B5F2p
- https://clck.ru/3B5EwA
- https://clck.ru/3B5Ete
- https://clck.ru/3B5EsV
- https://clck.ru/3B5EqM