Brasil, la diplomacia de Lula apunta a las Grandes Ligas.

NOTA de OPINIÓN – Por Telma Luzzani.

Lula da Silva no estuvo en la ceremonia de asunción del mandatario argentino Javier Milei. El canciller, Mauro Vieira, fue el representante de Brasil en la ceremonia. Como siempre, la sofisticada muñeca diplomática de Itamaraty buscó la forma de mantener buenas relaciones con Argentina a pesar de que el nuevo presidente, pasando de la excentricidad a la grosería, no sólo insultó durante la campaña electoral a la más alta autoridad de Brasil -el país más importante de la región y nuestro máximo socio- sino que invitó a Buenos Aires al ex presidente Jair Bolsonaro antes de comunicarse oficialmente con Brasilia.

En contrapartida, quienes no desairaron en absoluto a Lula durante su viaje a Oriente fueron los líderes de Arabia Saudita y Emiratos Arabes Unidos (EAU), dos potencias petroleras que ingresarán el 1º de enero a los BRICS, organización que, como se sabe, superó en PBI al G7, y que el nuevo gobierno argentino (con poca visión de futuro o excesivo sometimiento) decidió despreciar aun cuando ya contaba con el ingreso aprobado. Según la consultora británica, Acorn Macro Consulting, los BRICS representan ahora el 31,5% del PBI mundial mientras que el G7, el 30,7%, y predice que “en los próximos años, la brecha irá en aumento”.

El jueves 30 noviembre, Lula asistió a la cumbre de la poderosa Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) en Viena. En una clara jugada de fortalecimiento mutuo entre las potencias emergentes del Sur Global, Brasil fue invitado a unirse a las Grandes Ligas del petróleo en momentos en que crece la demanda mundial de ese recurso. La OPEP está integrada por 13 naciones (EAU, Arabia Saudita, Irak, Irán, Kuwait, Libia, Venezuela, Argelia, Nigeria, Gabón, Angola, Guinea Ecuatorial y Congo) y 10 asociados que forman la OPEP+.

En éste último grupo en el que ya están México y Rusia se sumará Brasil a comienzos del 2024, en la misma fecha en que los BRICS incorporará a cinco países del Sur Global y se convertirá oficialmente en BRICS+. 

En junio pasado, la Agencia Nacional de Petróleo, Gas Natural y Biocombustibles (ANP) de Brasil informó que la producción de petróleo viene en constante aumento en los yacimientos marítimos Presal y que el gobierno de Lula proyecta convertir al país en el quinto mayor productor de petróleo del mundo para el 2030. En septiembre último produjo 3,67 millones de barriles diarios, según datos de la OPEP.

La estrategia de proyección internacional de Lula no queda ahí. De la visita a Arabia Saudita y EAU, el líder del Partido de los Trabajadores trajo importantes logros para Brasil. En Riad,no sólo presidió la exposición de la fábrica estatal de aviones –Embraer- tercera a nivel mundial, para fortalecer el comercio entre los dos países, sino que solicitó al riquísimo e influyente monarca árabe, Mohamad bin Salman fortalecer el banco de los BRICS actualmente presidido por la brasileña Dilma Rousseff. Lula quiere convertir a ese banco –oficialmente conocido como Nuevo Banco de Desarrollo (NDB)- en un organismo que preste dinero a los países del Sur Global pero no con las condiciones usureras del Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional.  

“La entrada de Arabia Saudita a los BRICS+ tiene en cuenta que ese Estado necesita ayudar a fortalecer el banco de los BRICS para que podamos cambiar la cara de los bancos multilaterales, para que puedan intentar financiar el desarrollo de los más países más pobres, sin tasas de interés exorbitantes», dijo Lula.

El corredor bioceánico

En Dubai, donde asistió a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático -Cop28-, el presidente brasileño tuvo un importantísimo encuentro, al margen de la cumbre, en el que logró motorizar una megaobra de infraestructura que beneficiará a todo el Cono Sur americano. Lula, junto al presidente de Paraguay, Santiago Peña, y al jeque Mohamed bin Zayed Al Nahyan de Emiratos Arabes Unidos suscribieron el acuerdo para la construcción de un corredor bioceánico de 2.400 kilómetros, que conectará los océanos Atlántico y Pacífico (desde el puerto de Santos en Brasil hasta los de Arica e Iquique en Chile pasando por Paraguay y el norte de Argentina) financiado por los emiratos. 

El corredor bioceánico reducirá los costos de transporte de contenedores; diversificará los mercados regionales; creará empleos y riqueza a lo largo de los 2.400 kilómetros de su trayecto; favorecerá la integración regional y permitirá la expansión comercial de Sudamérica (proyectando oportunidades hacia nuevos mercados de Asia y otras zonas del mundo) colocando a la región, de hecho, entre las más competitivas a nivel global. ¿Habrá gobiernos que lo obstaculicen? El tiempo lo dirá.

Para tranquilidad de Estados Unidos, que históricamente ha boicoteado todo intento de unión o integración regional en América del Sur, en los últimos años la visión estratégica de Brasil y Argentina están desacopladas. Con los ex presidentes Mauricio Macri y Bolsonaro al que ahora se suma Milei, las fuerzas disgregadoras avanzaron.

Lula ha estado militando permanentemente, tanto en la ONU como en encuentros con diferentes líderes mundiales, a favor del diálogo, las negociaciones y la paz en Ucrania y en Palestina. Milei, en cambio, (Y por tomar sólo el caso de Ucrania) invitó a su asunción al presidente de Ucrania, Vlodomir Zelensky, en momentos en que la contraofensiva ucraniana flaquea, el Congreso de EEUU no le aprueba más fondos, aparecen grietas en el consenso de los socios de la OTAN y cunde el desánimo ante la llegada del nuevo invierno en Europa.

¿Le conviene a Argentina, con la compleja situación nacional, involucrarse en un conflicto que le es totalmente ajeno? En un momento en que “no hay plata” ¿puede Argentina darse el lujo de hospedar una incierta “cumbre por la paz” como anunció la canciller Diana Mondino? 

La lista de los actuales desencuentros entre Brasil y Argentina -dos países que con su unión traen muchos beneficios a sus pueblos-, es larga. Un ejemplo más para terminar: la invitación oficial de Bolsonaro a la asunción de Milei. ¿Qué señal recibe la democracia argentina si el nuevo presidente festeja a un ex mandatario golpista? 

En octubre pasado una investigación del Congreso brasileño acusó a Bolsonaro de ser el autor intelectual de los ataques del 8 de enero en Brasilia. Según explica el periodista Darío Pignotti: “En Italia la Cámara baja acaba de aprobar una norma (pensada contra él) que niega la concesión de ciudadanía a involucrados en intentonas golpistas. Bolsonaro tampoco podría refugiarse en EEUU donde el FBI lo investiga en un caso sobre presunto lavado de dinero y tráfico de joyas”. ¿Qué simboliza la presencia de Bolsonaro en el comienzo de esta nueva gestión?

Finalmente, la capacidad estratégica y diplomática de Lula descolló también, el pasado 7 de diciembre, en la reunión de Mercosur en Río de Janeiro, entidad que sumó un quinto integrante: Bolivia.

El presidente brasileño mostró su voluntad por saldar una vieja deuda sudamericana: la desconexión física de nuestro vasto territorio. En la misma línea del corredor bioceánico que ayudarán a construir los árabes, Lula anunció cinco rutas estratégicas que conectarán zonas remotas de Sudamérica con financiamiento de los bancos de fomento regionales. El proyecto incluye redes de energía eléctrica, tendidos de sistemas de informáticos, autopistas, ferrocarriles, puertos y aeropuertos.

El diferendo entre Venezuela y Guyana por la zona del Esequivo también se trató en la reunión del Mercosur. Hay temor de que ese conflicto sea un nuevo pretexto del Pentágono para vender armas, presionar a Venezuela y crear un nuevo foco de tensión mundial en momentos en que el liderazgo de EEUU pierde peso. Lula encaró el tema recordando que por resolución A/41/11 de la ONU el Atlántico Sur fue declarado “Zona de paz y Cooperación”.

“El Mercosur no puede permanecer ajeno a esta situación (…) No queremos que esta cuestión contamine la reanudación del proceso de integración regional ni constituya una amenaza para la paz y la estabilidad. Insisto en la importancia de que las instancias de la CELAC y de la UNASUR se utilicen plenamente para tratar esta cuestión de forma pacífica”, dijo el presidente brasileño. Este concepto quedó reflejado en la declaración conjunta final del Mercosur y quedó sellado con una fuerte consigna lanzada por Lula: “No queremos guerras aquí en América del Sur”.


Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de BRICSLat.

@ElDestape

/ Imagen principal: Archivo /

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