Argentina | Poética de la copia para una educación sentimental | Amigos del siglo XX en el Museo de Calcos

Argentina | Poética de la copia para una educación sentimental | Amigos del siglo XX en el Museo de Calcos

Amigos del siglo XX es un grupo formado por los artistas María Guerrieri y Max Gómez Canle.

Es también el nombre de la cuarta exposición que el dúo presenta, en esta ocasión, en el Museo de Calcos y Escultura Comparada Ernesto de la Cárcova de la Universidad Nacional de las Artes. Ubicado en costanera sur este auténtico museo de la copia es el lugar certero donde realizar esta exposición sin igual. En este rincón mágico de la ciudad de Buenos Aires, rodeado de jardines y talleres, en el que nos reciben el David de Miguel Ángel, su Moisés y su Piedad, donde habitan como en un gineceo de yeso Isis, la Venus de Milo, la Victoria de Samotracia y las tres gracias, donde otros dioses más cercanos, mesoamericanos y andinos, extienden sus duplicadas presencias para enseñarnos las infinitas formas del mundo, se ubica, como una estación del presente en el túnel de los tiempos, la muestra “Amigos del siglo XX. Los Motivos”.

En paralelo a sus trayectorias individuales, desde 2001 este dúo de pintores ha trabajado en la copia de obras de arte moderno, en principio elegidas para que habitasen junto a ellos en el hogar por entonces compartido y más tarde como un proyecto que daba continuidad a sus intereses por investigar lo que llaman una “telepatía artesanal”. A partir de las reproducciones fotográficas publicadas en libros, postales, revistas o catálogos ponen en acto una conexión a la distancia –espacial y temporal– con los artistas que por diferentes razones los han atraído desde que eran estudiantes de pintura. Haciendo uso de las destrezas del oficio adquiridas en la Escuela de Bellas Artes, comenzaron a elaborar su propia colección de obras con las que deseaban convivir. Se embarcaron en un proceso de mímesis en segundo grado, como suele llamarse a los apropiacionismos en el arte contemporáneo, que ya no imitan el mundo percibido en forma directa sino mediado por sus imágenes reproducidas en distintos medios. Invocan las obras de arte elegidas a partir de las planicies de reproducciones de diferentes calidades y cualidades visuales. Esas imágenes son el punto de inicial para el despliegue de un ejercicio de observación, investigación pictórica e imaginación necesario para acortar la distancia con esos modelos inexactos. Los artistas asumen el desafío de replicar las antojadizas paletas de color traducidas por la fotografía y los tintes de la industria de la estampa, de imitar las texturas ausentes en la referencia que copian, de calibrar las escalas de los tamaños y proporciones que se adivinan, de reactualizar los gestos de la pseudo “pinacoteca de los genios” que entronan sus elecciones.

Las obras de arte moderno que estos Amigos del siglo XX, arremolinando tiempos y autorías, rehacen son albergadas por un lugar donde se ha aprendido copiando. En efecto, la exposición intensifica los sentidos de una colección delicada y antojadiza ubicada en esta oportunidad en un espacio clave: una escuela de bellas artes que es, a su vez, un museo de réplicas. Como una instalación de sitio específico la muestra es también el resultado de una investigación artística que activa los archivos y patrimonios de la institución para relocalizarlos, precisamente, en situaciones de copia. Así recrean la evidencia material de las pinturas con rigurosidad y error; rescatan las fotografías de las sesiones de enseñanza de modelo vivo que tuvieron lugar allí mismo para acoplarla con un dibujo de iconografía afín de Roy Lichtenstein; ajustan el color de un Picasso de la etapa azul virado ahora al tono rojo más acorde, quizás, con la tragedia que representa y vehiculiza una vieja diapositiva; rompen cualquier canon al materializar rarezas pictóricas dándoles una segunda oportunidad a autores olvidados, que participaron en salones nacionales casi sin dejar rastros y logran reinscribirlos en un nuevo devenir de la historia; desandan la técnica de la litografía de Enrique de Larrañaga que estalla en otras tantas como chispas sacadas a las piedras en el taller de grabado; multiplican los tajos de Lucio Fontana y sus artificios espaciales con profundidad fabricada en un duelo de caballetes; componen una tesis sobre “pintura e imaginación”, tal como lo manifiesta la monografía de una ex alumna, que recuperan para la muestra. La estudiante Emilia Dillac escribió en 1933: “Cuando un pintor está delante un modelo, inconscientemente ve todos los cuadros que conoce”.

Desde una selección de pintores consagrados de las vanguardias históricas hasta los modernos latinoamericanos, los dobles de pinturas de Picasso, Kandinsky y Popova junto a Tarsila Do Amaral, Petorutti y Yente nos reciben en un muro con un horizonte en común. Un inventario de técnicas (temples, óleos, acrílicos, grafitos, tintas, carbonillas, sobre telas, papeles, chapas, tablas) se hace presente en la pedagogía de la imitación que despliega esta dupla de amigos del siglo pasado para enseñarnos también sobre los posibles usos de nuestras horas en el siglo actual.

Al conjugar “los motivos” de sus copias, sus causas e imaginaciones, sus temas y recreaciones, sus modelos y variaciones, la poética de la copia de Guerrieri y Gómez Canle nos recuerda la necesidad de atender a uno de los principios ácratas que supo postular José Antonio Emmanuel: “copia lo bello”. El maestro, pedagogo y primo hermano de Picasso escribía: “por encima de este caos de ignominia, levanta tus ojos a la belleza de la vida”. Levantar la mirada, sostenerla y concentrarla sobre lo bueno y apacible, se torna imperioso en estos momentos. En los tiempos de la inteligencia artificial, estos Amigos del siglo XX, siguen apostando por una sensibilidad artesanal. Sin añoranzas ni melancolías, partiendo del universo de un impreso y a mano alzada invocan la comunión autoral de toda imagen. Huyendo del aturdimiento, con sus miradas detenidas y técnicas compartidas, reactúan el esfuerzo cuerpo a cuerpo con los materiales del arte.

Acaso en la era del engaño y de la manipulación vil de casi toda imagen pública, cuando no podemos creer lo que vemos, nos ofrecen un resguardo, como lo hacen también una escuela y un museo.

*Historiadora del arte, investigadora del CONICET, docente UBA y UNSAM. Hasta el 28 de septiembre, en el Museo de la Cárcova – UNA, Av. España 1701, CABA; de martes a domingos de 10 a 17hs (feriados cerrado). Entrada gratuita. El 28 de junio a las 14.30hs. se realizará una re-inauguración de la exposición con la presencia de los artistas.

Actualmente también se puede ver la exposición de María Guerrieri, “Empastada”, en la galería Calvaresi, Defensa 1136, hasta el 9 de agosto.

@P12